Pasiones Conflictivas

Hace más de 16 años que no se nada de él. En aquella época yo estaba terminando una relación y no tenia deseos de tener algo serio con nadie, no obstante, me atraía conocer a alguien para tener con quien compartir algunos momentos, poder conversar y pasarla bien. Tener una relación algo intima pero sin mayores ataduras.
Había entre nosotros una diferencia de edad considerable, pero el principal escollo era que él era menor de edad.
Era tan bonito, nunca olvide su imagen. Rubio tirando a castaño, piel blanquecina, no recuerdo el color de sus ojos, quizás sean verdes o tal vez marrones amielados. Puede parecer tonto pero no me fije en eso.
Creo que media alrededor de un metro sesenta, delgado pero corpulento, no flaquito, tiene cuerpo pero no es gordo. Si tenía unos kilitos de mas serian solo uno o dos kilos.
Fue Amoroso conmigo, muy cariñoso y halagador, me decía constantemente que yo le gustaba mucho y que me encontraba sexy, que me deseaba.
Yo le confesé mi pasión. No podía dejar de hervir cuando lo veía o hablaba con él.
Primero intercambiamos emails, luego nos contactamos por esa vía y chateamos una tarde en que sus padres no estaban.
Él estaba solo, desnudo encerrado en su habitación.
En la soledad de mi casa me desvestí frente a la cámara, él me veía extasiado.
Estaba muy caliente, escribía que nunca había visto a nadie así, menos aun que lo hagan para él. Solo había visto pornografía y se había masturbado soñando situaciones desenfrenadas y por momentos orgiásticas.
Le conté que las orgías no siempre son gran cosa. Yo no tenia mucha experiencia en el tema pero algunas veces en mi infancia tuve encuentros pseudo-sexuales-orgiásticos con los niños del barrio.
Era algo como un juego, un juego que claramente no sabíamos jugar. Teníamos una vaga idea del tema y estábamos notando qué sentíamos deseos sexuales. Entre bromas, comentarios picarescos y desafíos de valentía comenzamos a frotarnos.
Hubo un pacto de silencio implícito, un pacto que no todo el grupo guardo de forma debida. Según me entere con los años algunos rumores corrieron entre los otros chicos ajenos a los acontecimientos, pero eran comentarios vagos, poco precisos que resultaban inverosímiles.
Estas aventuras no duraron mucho tiempo entre los miembros de aquel grupo, solo con algún que otro miembro original manteníamos relaciones que se limitaban a masturbarnos mutuamente y a hacernos "apoyaditas". Alguna vez utilizamos las lenguas para descubrir como sabe el sexo.
Estas historias lo excitaban mucho. Dudaba un pocos sobre la veracidad de mis anécdotas pero se derretía sabiendo de ellas y más aun, imaginándolas.
Pude verlo masturbándose con mis relatos. Su pene es hermoso, me encantaba verlo así desnudo frente a la cámara con su miembro erecto, hinchado y en su mano que lo acariciaba y movía suavemente.
Sobresalía firme y derecho hacia el frente, no tenia curva alguna. Media alrededor de dieciocho centímetros y tenia un grosor de unos cuatro centímetros de diámetro.
Me mostraba su glande rosadita, hermosa. Era una cereza, una frutilla madura, húmeda. Él la tocaba con su dedo índice y me mostraba el juguito que formaba un hilito entre la cabecita de su sexo y su dedo.
Había un río de jugos pre-seminales en sus dedos que él lamía con una cara de pervertido que me hacia alucinar.
Se acariciaba los testículos y el pecho. Sentado en una silla elevaba sus piernas apoyándolas en el asiento y se movía frenéticamente con movimientos ondulantes frotando su pubis.
Se detuvo y se dirigió a un mueble que estaba a su derecha, de un cajón extrajo restos de un juguete con el que jugaba hasta no hace mucho años atrás.
Lo coloco delante de la cámara mostrándomelo y me dijo "aun juego con esto, pero de otra forma".
Era un juguete plástico color verde manzana o algo similar con una forma que no alcance a entender. Solo note que era algo con ruedas y que por arriba sobresalía un tubo de unos ocho centímetros de largo con punta redondeada y de un grosor que, deduje, seria de similar o mayor al de su pene.
Era algo parecido a una locomotora, un esqueleto rectangular con dos ruedas y la chimenea convertida, ahora, en instrumento fálico.
Comenzó a lamer la chimenea y se la introdujo en su boca, sus ojos brillaban.
Dio la espalda a la cámara y pude ver que no solo se tenía un hermoso perfil, su culo era carnoso, de nalgas turgentes y rosaditas a fuerza de chaschazos.
Tras darse nalgadas se inclino abrió y sus carnes, lamió uno de sus dedos y lo paso por su ano.
Era hermoso su trasero, bien formado, parado y redondito.
Entre sus nalgas alcance a ver lo oscuro de su agujero antes de que llevase hasta el su juguete plástico y comenzase a presionar introduciendo lentamente la punta redonda, y un poco mas.
No hubiese imaginado jamás el destino fálico de una extraña locomotora de plástico.
Lo movía con mucho cuidado, giro sonriente sosteniendo su extraño dildo anal con una mano, mientras que con la otra se masturbaba alegre buscando mi aprobación.
Yo ardía en llamas, lo miraba y quería comerlo, tan hermoso, tan jovencito y explosivo sexualmente.
Su desenfreno sexual era brumador, yo lo miraba y mientras me masturbaba le pedía que continuara hasta acabar, quería verlo eyacular y manipular su semen. Le pedí que lo chupe, que me diga su sabor.
Quito su juguetito de la escena, su ano se mantuvo dilatado lo que para mi fue un espectáculo hermoso.
Dijo que con su pene haría lo mismo en mi cola.
Yo podía sentirlo, sentía mi hoyito abierto, estaba dentro de lo que sucedía, podía sentir los olores, las texturas y el sabor. Probar mis sabores era probar los de él, sentir mis olores era oler su cuerpo, mi piel era la suya.
No me pude contener y acabe antes que él, eyacule abundantemente derramando semen en mis manos y sobre la silla del computador. No era la primera vez que se ensuciaba y no seria la ultima tampoco.
Pude sentir mi leche corriéndose por mis testículos, perdiéndose por las nalgas rumbo a mi ano.

Estaba como recostado en la silla con mis piernas sobre el escritorio.
Me incorpore, el me vio explotar y estaba muy caliente diciendo que le encantaría estar conmigo lamiéndome, sintiendo el sabor de mis jugos y cogerme hasta vaciar sus testículos sobre mi rostro.
Después del orgasmo sentí un relajo enorme y agotador, una tremenda y explosiva liberación de energía me había dejado estúpido.
Comencé a sentir una sensación de culpa y de cierta ridícula vergüenza.
Fui a limpiarme, me vestí y limpie con papel higiénico y un poco de agua la pana de la silla.
Él había sentido ruido en la puerta de entrada de su casa, se coloco un short y una remera azul con la “S” de Superman en color rojo y amarillo.
Había minimizado la ventana del MSN pero había dejado activa la cámara.
Vi entrar en la habitación a su madre. La reconocí de inmediato, años atrás nos vimos en el cumpleaños de un amigo en común.
Ella con su esposo habían concurrido al asado, solos, sin el nene. Yo había ido con quien era mi pareja en ese entonces.
Luego de aquella oportunidad los vi en un par de ocasiones en el centro, en un bar que solíamos frecuentar.
Ella me gusto desde el primer minuto, a él no le preste atención pero tiene buena onda y es atractivo para ser hombre.
Pensé en mas de una vez que me gustaría acostarme con ambos. En principio para poder acceder a ella, luego porque sentí placer en que él pudiese, también, hacerme mimos.
Que chico es el mundo y que hermosa familia.
Cuando estuvo solo le escribí, le pregunte si le gusto verme y me dijo que si.
Estaba exultante de alegría, me hablo de que sus compañeros de colegio lo molestaban y le decían que era puto.
No era afeminado ni delicado, era un niño atento y educado, eso suele derivar en burlas por parte de los otros niños cuando son chicos.
El tema era que, influenciado o no por sus compañeritos mal educados, él si era puto. Al menos eso decía él y afirmaba no haber sentido atracción por alguna chica en sus dieciséis añitos.
Le dije que era muy joven aún y que quizás con el tiempo conocería a alguna niña.
En todo caso de gustarle los chicos debía tomarlo con calma y sin miedos ni culpas.
Culpa sentía yo pero no quería admitirlo frente a él. Además estaba tan caliente que no medí lo que hacia y le di mi teléfono, solo le pedí que me envié un mensaje SMS y si yo estaba solo le hablaría.
Al otro día de nuestro ciber encuentro me llamo al celular. Había leído un email donde yo le explicaba que había reflexionado y que quizás lo mejor seria ser prudentes dado que él era menor de edad y yo tenia veinte años mas, casi la edad de sus padres.
Me decía no entender, que recordaba el goce de ambos el día anterior y que por primera vez sintió que lo comprendían y aceptaban tal y como él era.
Decía que no era justo tener que olvidar todo.
Le pedí discreción y traté de retarlo por llamarme sin avisar por SMS.
Logre dar vuelta la conversación y me pidió disculpas. Se lo notaba triste y a punto de llorar.
Le explique que para la ley lo nuestro estaba mal, le hable de pedofília, le mencione a sus padres y le dije que reconocí a su madre.
En una mezcla de pedidos de cordura, de reconocimiento de calentura, de explicaciones de todo tipo reconocí que su madre es un manjar.
Irrisoriamente él me confeso haberse masturbado oliendo sus tangas las que, además, se había puesto en más de una ocasión.
Fue muy ridículo y suerreal hablar de sus padres, del deseo por ellos, por él, sus confesiones y las mías, expresar nuestros deseos, las ganas de tener algo y el miedo a ser descubiertos.
Le pedí que lo meditase y pareció comprender.
Al otro día me escribió despidiéndose, le respondí pidiéndole que tenga cuidado, que conozca gente de su edad.
Esa fue la ultima oportunidad que supe de él.
Hoy a mis cincuenta y cuatro años y con un hijo de su edad, la edad que él tenía en aquella época, aún lo recuerdo y me masturbo. Puedo sentirlo como si alguna vez hubiese estado mi cuerpo junto al suyo.