Ménage à trois (mucho mas que dos)

El cielo amaneció de cromo, llorando tristemente, lamentándose con furia.
Eran las 8 de la mañana y no d
aba ganas de levantarse por nada del mundo.
Fernando se incorporo, tenia una fuerte erección.
Camino semidesnudo hasta el baño, el frío parecía no molestarle
.
Se miro al espejo, acaricio su barba, bostezo y rasco su cabeza.
Orinó, se lavo la cara, los dientes y fue directo a la cocina a preparar unos mates.
Dejo la pava en el fuego y fue a vestirse. En el camino encendió la radio que hablaba de un alerta meteorológico.
Encendió su computadora y reviso su correo. Estaba esperando la confirmación de una cita para esa misma noche.
Hacia casi dos meses venia contactándose con una pareja y les había propuesto encontrarse.
Lorena era morocha de cabello largo con ondulaciones, piel de porcelana, labios carnosos, mejillas en un cálido rosado pálido y ojitos marrones.
Pechos soberbios con grandes aureolas marrones y pezones sobresalientes.
Cintura envidiable, marcadas y fuertes caderas. Sus muslos eran hermosos, grandes y suculentos. Glúteos turgentes y carnosos.
Un profundo ombligo agujereaba su abdomen blanco con muy poca grasa abdominal. Un poco mas allá su pubis calido y despeinado, angelical.
Nicolás era la pareja de Lorena. Era flaco y de cabello negro, un cuerpo simple sin estridencias y poco ejercitado. No era muy interesante para Fernando pero la cita lo incluía y era algo que no se discutía. Sin Nicolás no habría cita.
Fernando no hacia deportes, por su trabajo pasaba mucho tiempo sentado y había criado panza.
Se encontrarían alrededor de las nueve menos veinte de la noche en un bar céntrico.
Ya era media mañana y Fernando había estado viendo las fotografías que le habían enviado y releyendo los emails donde comentaban sus preferencias.
Hacia tiempo que llevaban viendo la posibilidad de conocerse personalmente y querían que sea algo bueno, el comienzo de una relación de amistad y placer mas allá del contacto por fotos y a través de camaritas por Internet.
Parecía que nunca acabaría de llover. Caía agua a baldazos limpios y el viento golpeaba las persianas estruendosamente.
Fernando encendió un cigarrillo y fue al baño, no tenia ganas pero se quedo ahí el tiempo necesario provocándolas hasta que las ganas llegasen para poder poner fin a la incomodidad que traía del día anterior.
El mate amargo, cimarrón, y el cigarrillo funcionan acelerando el transito lento. O al menos él lo sentía así.
Estuvo allí sentado durante quince minutos, recordó a Nicolás al final y sonrió al sentirse aliviado.
La televisión del sábado al mediodía no ofrece gran cosa, escuchar a La maquina de Hacer pájaros era una mejor opción.
Almorzó en los once minutos que dura "Ah!, te vi bajo las luces", era el final del disco y de su almuerzo. Apilo los trastos en la pileta de la cocina y se tiro en su sillón a leer, quería terminar un libro que había empezado tres meses atrás y que por no resultarle demasiado atractivo fue dejando de lado tal y como debe hacerse con las lecturas que no nos interesan.
Se durmió alrededor de la una de la tarde.
A las cinco garuaba finito, se metió en la ducha y permaneció bajo el agua unos 30 minutos.
Se conecto y estaba Lorena On Line esperándolo. Arreglaron encontrarse una hora antes de lo previsto para ir a cenar.
Un restaurante céntrico pero no muy bullicioso, tranquilo con música de jazz de fondo.
Antes de llegar compro cigarrillos, gomitas de eucaliptos y preservativos.
Después de comer fueron al bar que habían acordado a tomar un café, estuvieron allí una hora y decidieron ir al hotel.
Compartían los gastos. Nicolás y Lorena habían alquilado una habitación por el fin de semana y Fernando los visitaría durante los dos días.
Entraron al hotel a media cuadra de la avenida principal, encargaron champaña y una bandeja de frutas a la que poca importancia le darían esa noche.
Brindaron, bebieron una copa de champaña en celebración del encuentro.
Ella tomo la iniciativa, se acerco a Fernando y lo beso mientras acariciaba la pierna de Nicolás que sonreía, tímido, a su lado.
La idea era que los dos muchachos debían satisfacer la fantasía de Lorena que siempre había deseado estar con dos hombres en la cama.
Le excitaba saber que su marido la miraba mientras era penetrada por otro hombre, mientras ella se derretía entre los brazos de su amante y disfrutaba de esos labios ajenos.
Quería ser penetrada por su reluciente amante mientras practicaba una salvaje felación a su marido que jugaría con sus pechos. Pedía a gritos una doble penetración, y así se hizo. Luego ella quiso ser amarrada y luego amarrar su amante, vendarle los ojos y untar su pecho, su abdomen y su pene con alguna crema comestible. Comenzó a lamerlo len-ta-men-te intercalando las zonas untadas con la boca del joven.
Su marido miraba mientras se masturbaba en silencio.
Acariciaba a Fernando y no dejaba de besarlo, de lamerlo, de soplar sobre su sexo húmedo. Lo lamía, con su lengua hacia giros alrededor del glande, jugaba al llegar al frenillo, lo lamía en círculos que intercalaba con subidas y bajadas de su lengua húmeda, daba pequeños golpes en su barbilla y de vez en cuando con sutil cuidado dejaba raspar sus dientes en el hinchado y jugosísimo glande. Él, a los gritos, pedía que parara, acabaría de un momento a otro, ya no podía mas y ella lo provocaba mas y mas, lamía su cara, su ingle, besaba el perineo llegando incluso al ano. Lo acariciaba suavemente, con las yemas de sus dedos recorría sus piernas, su pecho, su cara. Lamía su ombligo, sus pezones, dejaba caer jugo salival sobre su pecho, lamía sus labios. Comenzó a bajar suavemente riendo pícaramente. Él sintió como tomaba su miembro, lo acariciaba, comenzó a masturbarlo lentamente, daba pequeños toques con su lengua. Toques muy húmedos y calentitos. Ya no podía mas, temblaba, sentía unas cosquillas que invadían todo su cuerpo.
Pide clemencia, que pare, era el momento, se vendría en los próximos segundos. La lengua hacia oídos sordos a los pedidos y advertencias. De repente se encontró con la garganta, la lengua estaba en la base del tronco. Era como si se lo fuesen a tragar. No podía mas, se venia, era demasiado, es inminente, es un hecho. Se corrió furiosamente, sus gritos inundaron la habitación del hotel.
Sintió como golpeteaba su pene contra los labios repletos de sus jugos. Lo seguía masturbado lentamente, vaciándolo. Sintió como subía apoyándose en su pecho y lo besa en los labios.
L
o suelta.
Se quita la venda de los ojos y ve a la Lorena sentada en un sofá estallando en un orgasmo interminable y a Nicolás, con su cara llena de semen, que lo miraba extasiado.